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En 1897 viajó a Alaska, en plena fiebre del oro. De regreso a su ciudad natal, comenzó a escribir los relatos de sus viajes.

En 1897 viajó a Alaska, en plena fiebre del oro. De regreso a su ciudad natal, comenzó a escribir los relatos de sus viajes.

John Griffith London nació en San Francisco el 12 de enero de 1876.

En 1897 viajó a Alaska, en plena fiebre del oro. De regreso a su ciudad natal, comenzó a escribir los relatos de sus viajes.

"Fue durante los primeros días en Fiji, cuando John Starhurst se levantó en la casa de la misión en Rewa Village y anunció su intención de llevar el evangelio por todo Viti Levu. Ahora Viti Levu significa la "Gran Tierra", ya que es la isla más grande de un grupo compuesto por muchas islas grandes, por no hablar de cientos de pequeñas. Aquí y allá, en las costas, donde vivía la mayor parte de la gente en precariedad, había unos cuantos misioneros, comerciantes, pescadores y desertores de balleneros."

John Griffith London nació en San Francisco el 12 de enero de 1876. Hijo de un astrólogo ambulante, al que no conoció. Su madre era espiritista; se casó con John London unos meses después del nacimiento del niño, de quien el escritor tomó el apellido. Realizó estudios secundarios mientras trabajaba. London fue una gran autodidacta. Se formó leyendo incansablemente libros en la biblioteca pública de la ciudad. Realizó multitud de oficios que le resultaron muy útiles para sus novelas.

Cuenta la aventura de un explorador en busca del origen de un extraño sonido, que se queda solo en la selva de la imaginaria isla de Burunaga, que parece estar en el Índico, acosado por las enfermedades, los mosquitos, los reductores de cabezas y una indígena que le persigue. Estando así, descubrirá algo misterioso e inesperado, que sorprenderá también al lector. Uno de los novelistas Americanos más conocidos, Jack London era también un periodista y activista social. Sus trabajos son relatos que romantizan las fuerzas de la naturaleza y la lucha de sus personajes por sobrevivir.

La temporada perlera de Tuamotú había terminado y todos los que habían trabajado en ella regresaban a Tahití. Los seis pasajeros que disponíamos de camarote éramos compradores de perlas. Había entre nosotros dos americanos, un chino (el más blanco que he visto en mi vida) que se llamaba Ah Choon, un alemán y un judío polaco. Yo completaba la media docena.La temporada fue tan próspera, que ni nosotros ni los ochenta y cinco pasajeros de cubierta teníamos motivos para quejarnos. Las cosas nos habían ido bien y todos estábamos deseando llegar a Papeete para descansar y divertirnos.

John Griffith London nació en San Francisco el 12 de enero de 1876. Hijo de un astrólogo ambulante, al que no conoció. Su madre era espiritista; se casó con John London unos meses después del nacimiento del niño, de quien el escritor tomó el apellido. Realizó estudios secundarios mientras trabajaba. London fue una gran autodidacta. Se formó leyendo incansablemente libros en la biblioteca pública de la ciudad. Realizó multitud de oficios que le resultaron muy útiles para sus novelas. En 1897 viajó a Alaska, en plena fiebre del oro.

En 1897 viajó a Alaska, en plena fiebre del oro. De regreso a su ciudad natal, comenzó a escribir los relatos de sus viajes.

Más de 25 horas de audiolibros: Tarzán de los Monos, de Edgar Rice Burroughs - Dramatizado; El Corazon de las Tinieblas, de Joseph Conrad - Dramatizado; Nada Es lo Que Parece, de Alejandro Khan - Dramatizado; y La Llamada del Instinto, de Jack London - Dramatizado. Grandes aventuras!

Los trineos dejaban oír su eterna queja, a la que se mezclaba el chirrear de los arneses y el tintineo de las campanillas de los perros que iban a la cabeza. Pero los hombres y los animales, rendidos de fatiga, guardaban silencio. Una capa de nieve reciente dificultaba la marcha sobre la pista. Estaban ya muy lejos del punto de partida. Los perros arrastrando una carga excesiva de ancas de alce congelada, dura como el pedernal, se apalancaban con todas sus fuerzas en la blanda superficie de la nieve con una terquedad casi humana