Como hija única, Karen Heenan aprendió temprano que el aburrimiento era el enemigo. Poco después descubrió el movimiento perpetuo, y desde entonces rara vez se la ha visto inmóvil.
Vive en Lansdowne, Pensilvania, en las afueras de Filadelfia, donde cultiva gran parte de su comida y hace su propia ropa. La acompaña en su búsqueda de la autosuficiencia un marido muy paciente y un número siempre cambiante de gatos.
Una constante: siempre está escribiendo su próximo libro.
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